Las lecciones del Espíritu Santo
1. Como cualquier buen maestro, el Espíritu Santo sabe más de lo que tú sabes ahora y solo te enseña para que
llegues a ser igual que Él. Tú te enseñaste mal a ti mismo al creer lo que no era cierto. No creíste en tu
propia perfección. ¿Iba acaso Dios a enseñarte que habías fabricado una mente dividida cuando Él sabe que tu
mente es íntegra? Lo que Dios sí sabe es que Sus canales de comunicación no están abiertos a Él, lo cual Le
impide impartirles Su Júbilo y así saber que Sus Hijos son completamente dichosos. El dar de Su Júbilo es un
proceso continuo, no en el tiempo sino en la eternidad. La Extensión de Dios, aunque no Su Compleción, se
obstruye cuando la Filiación no se comunica con Él cual una sola. Así que Dios pensó: “Mis Hijos duermen y
hay que despertarlos”.
2. ¿Qué podría despertar más dulcemente a un niño que una tierna voz que no lo asusta sino que simplemente le
recuerda que la noche ya pasó y que la luz ha llegado? No se le dice que las pesadillas que lo estaban
aterrorizando tanto no eran reales, pues los niños creen en la magia. Simplemente se le asegura que ahora
está a salvo. Más tarde se le enseña a distinguir la diferencia entre estar dormido y estar despierto, para que
entienda que no tiene que tener miedo de los sueños. Y así, cuando vuelva a tener pesadillas, él mismo
invocará la luz para desvanecerlas.
3. Un buen maestro enseña mediante un enfoque positivo, no mediante uno negativo. No hace hincapié en lo que
tienes que evitar para escapar de lo que te puede hacer daño, sino en lo que tienes que aprender para ser feliz. Piensa en el miedo y en la confusión que un niño experimentaría si le dijeran: “No hagas eso porque es muy
peligroso y te puede hacer daño, pero si haces esto otro, no te harás daño, estarás a salvo y no tendrás miedo”. Definitivamente es mucho mejor usar solo tres palabras: “¡Haz solo esto!” Esta simple afirmación es
perfectamente inequívoca y muy fácil de entender y de recordar.
4. El Espíritu Santo nunca hace una relación detallada de los errores porque Su intención no es asustar a los niños
y los que carecen de sabiduría son niños. Siempre responde, no obstante, a su llamada, y el hecho de que ellos
puedan contar con Él los hace sentirse más seguros. Los niños ciertamente confunden las fantasías con la
realidad, y se asustan porque no pueden distinguir la diferencia que hay entre ellas. El Espíritu Santo no hace
distinción alguna entre diferentes clases de sueños. Simplemente los hace desaparecer con Su luz. Su luz es
siempre la llamada a despertar, no importa lo que hayas estado soñando. No hay nada duradero en los sueños,
y el Espíritu Santo, que refulge con la Luz de Dios Mismo, solo habla en nombre de lo que perdura
eternamente.
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