Capítulo 5
CURACIÓN Y PLENITUD
Introducción
1. Curar es hacer feliz. Te he dicho que pensases en las muchas oportunidades que has tenido de regocijarte, y en
las muchas que has dejado pasar. Esto es lo mismo que decir que has rehusado sanar. Tu luz es la luz de la
dicha. El resplandor no está asociado con la aflicción. La dicha suscita que uno esté completamente
dispuesto a compartirla y fomenta el impulso natural de la mente de responder cual una sola. Quienes intentan
curar sin ser ellos mismos completamente dichosos, suscitan diferentes respuestas a la vez y, por consiguiente,
privan a otros de la dicha de responder de todo corazón.
2. Para poder actuar de todo corazón tienes que ser feliz. Si el miedo y el amor no pueden coexistir, y si es
imposible estar completamente atemorizado y seguir viviendo, el único estado de plenitud posible es el del
amor. No existe diferencia alguna entre el amor y la dicha. Por lo tanto, el único estado de plenitud posible
es el de absoluta dicha. Curar o hacer feliz es, por lo tanto, lo mismo que integrar y unificar. Por eso es por
lo que no importa a qué parte de la Filiación se le ofrece la curación o qué parte la lleva a cabo. Todas las
partes se benefician y se benefician por igual.
3. Todo pensamiento benévolo que cualquiera de tus hermanos abrigue en cualquier parte del mundo te bendice. Deberías querer bendecirles a tu vez como muestra de agradecimiento. No tienes que conocerlos
personalmente ni ellos a ti. La luz es tan potente que irradia a través de toda la Filiación, la cual da gracias al
Padre por irradiar Su Dicha sobre ella. Únicamente los santos Hijos de Dios son canales dignos de Su
hermosa Dicha porque solo ellos son lo suficientemente hermosos como para conservarla compartiéndola. Es
imposible que un Hijo de Dios pueda amar a su prójimo de manera diferente de como se ama a sí mismo. De
ahí que la plegaria del sanador sea: ¡Que conozca a este hermano como me conozco a mí mismo!
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