La realidad
inmutable
1. Las apariencias engañan, pero pueden cambiar. La realidad, en
cambio, es inmutable. No engaña en absoluto, y si tú no puedes ver más allá de
las apariencias, te estás dejando engañar. Pues todo lo que ves cambiará; sin
embargo, antes pensabas que era real y ahora crees que es real nuevamente. De
este modo, la realidad se ve reducida a formas y se la considera susceptible de
cambiar. La realidad, no obstante, es inmutable. Esto es lo que hace que sea
real y lo que la distingue de todas las apariencias. Tiene que estar más allá
de toda forma para poder ser ella misma. No puede cambiar.
2. El milagro es un medio para demostrar que todas las apariencias
pueden cambiar precisamente porque son apariencias y porque carecen del
atributo de inmutabilidad que la realidad entraña. El milagro da fe de que te
puedes salvar de las apariencias al demostrar que éstas pueden cambiar. En tu
hermano reside una inmutabilidad que está más allá de cualquier apariencia o
engaño. Mas se ve nublada por tus cambiantes ideas acerca de él, que tú
percibes como su realidad. Lo que constituiría un sueño feliz con respecto a él
adopta la forma de una apariencia en la que goza de perfecta salud, se
encuentra completamente inmune a cualquier clase de carencia y está
perfectamente a salvo de cualquier clase de desastre. El milagro es la prueba
de que no está limitado por ninguna clase de pérdida o sufrimiento, ya que todo
ello puede cambiar tan fácilmente. Esto demuestra que nunca fueron reales y que
no pudieron haber surgido de su realidad. Pues ésta es inmutable y no hay nada
en el Cielo o en la tierra que pueda jamás alterar sus efectos. Es evidente, en
cambio, que las apariencias son irreales precisamente porque pueden cambiar.
3. ¿Qué es la tentación sino el deseo de hacer que las ilusiones sean
reales? No parece ser el deseo de hacer que lo que es real no lo sea. Sin
embargo, es la afirmación de que algunas clases de ídolos ejercen una poderosa
atracción que los hace más difíciles de resistir que aquellos que tú preferirías
que no fueran reales. Toda tentación, por lo tanto, no es más que esto: una
plegaria para que el milagro no ejerza influencia sobre algunos sueños, y para
que, en vez de ello, mantenga su irrealidad oculta y les otorgue realidad. El
Cielo no responde a tal oración ni tampoco se te puede conceder un milagro para
sanar las apariencias que no te gustan. Has establecido límites. Lo que pides
se te concede, pero no por el Dios que no conoce límites. Solo tú te has
limitado a ti mismo.
4. La realidad es inmutable. Los milagros no hacen sino demostrar que
lo que tú has interpuesto entre la realidad y tu conciencia es ilusorio y que
no es en modo alguno una interferencia. El costo de la creencia de que algunas
apariencias están más allá de cualquier esperanza de cambio es que el milagro
no se obra a través de ti de manera consistente. Pues has pedido que no tenga
el poder de sanar todos los sueños. No hay milagro que no se te pueda conceder
si realmente deseas la curación. Pero no se te puede conceder ninguno a menos
que la desees. Elige lo que quieres sanar, y a Aquel que otorga todos los
milagros se le niega la libertad de concederle Sus dones al Hijo de Dios.
Cuando el Hijo de Dios cae en la tentación, niega la realidad. Y de este modo,
se convierte voluntariamente en esclavo de lo que eligió a cambio.
5. Precisamente porque la realidad es inmutable, existe en ella un
milagro que sana todas las cosas cambiantes y te las ofrece para que las veas
de una forma que te brinda felicidad y que está libre de temor. Se te concederá
poder ver a tu hermano de esta forma. Pero no mientras quieras que sea de otra
manera con respecto a ciertas cosas. Pues eso solo significaría que no lo quieres
ver curado e íntegro. El Cristo en él es perfecto. ¿Es esto lo que quieres
contemplar? No dejes entonces que haya sueños acerca de él que tú prefieras ver
en lugar del Cristo en él. Y verás al Cristo en él porque permitiste que Él viniera
a ti. Y cuando se te haya aparecido, tendrás la certeza de que eres como Él,
pues Él es lo inmutable en tu hermano y en ti.
6. Eso es lo que contemplarás cuando decidas que no hay ninguna
apariencia que prefieras conservar en lugar de lo que tu hermano realmente es. No
dejes que la tentación de preferir un sueño permita que la incertidumbre se presente
ahí. No te sientas culpable y temeroso cuando un sueño acerca de lo que él es
te tiente. Pero no le atribuyas a ese
sueño el poder de reemplazar lo inmutable en tu hermano en la percepción que
tienes de él. No hay falsa apariencia que no desaparezca, si en lugar de ella
pides un milagro. No hay dolor del que él no se pueda liberar, solo con que
desees que él sea lo que no puede sino ser. ¿Por qué habrías de temer ver a
Cristo en él? Pues en todo lo que ves no haces sino contemplarte a ti mismo. Y
conforme él sana, tú te liberas de la culpa, pues lo que él aparenta ser es la
imagen que tienes de ti mismo.
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