Cómo
fijar la meta
1. La
aplicación práctica del propósito del Espíritu Santo es extremadamente simple,
aunque inequívoca. De hecho, para poder ser simple tiene que ser
inequívoca. Lo simple es solo lo que se
entiende fácilmente, y para ello, es evidente que debe ser claro. El objetivo del Espíritu Santo opera dentro
de un marco general, pero Él te ayudará a hacerlo específico porque la
aplicación práctica es específica. El Espíritu Santo provee ciertas directrices
muy concretas que se pueden aplicar en cualquier situación, pero recuerda que
aún no te has dado cuenta de que su aplicación es universal. A estas alturas,
por lo tanto, es esencial utilizarlas en toda situación separadamente, hasta
que puedas ver más allá de cada situación de manera más segura y con un
entendimiento mucho más amplio del que ahora posees.
2. En
cualquier situación en que no sepas qué hacer, lo primero que tienes que considerar
es sencillamente esto: “¿Qué es lo que quiero que resulte de esta
situación? ¿Qué propósito tiene?” El objetivo debe definirse al principio, pues
eso es lo que determinará el resultado.
El ego procede a la inversa. La situación se convierte en lo que determina
el resultado, que puede ser cualquier cosa. La razón de este enfoque desorganizado
es evidente. El ego no sabe qué es lo que quiere que resulte de la
situación. Es consciente de lo que no
quiere, pero solo de eso. No tiene
ningún objetivo constructivo en absoluto.
3. Sin un
objetivo constructivo, establecido de antemano y claramente definido, la
situación simplemente parece ocurrir al azar, y no tiene ningún sentido hasta
que ya ha ocurrido. Entonces miras en
retrospectiva y tratas de reconstruirla para ver qué sentido tuvo. Y no podrás sino equivocarte. No solo porque tus juicios están vinculados
al pasado, sino porque tampoco tienes idea de lo que debió haber ocurrido. No
se estableció ningún objetivo con el que armonizar los medios. Y ahora el único dictamen que puede hacerse
es si al ego le gusta o no lo que pasó; si es aceptable para él o si clama por
venganza. La ausencia de un criterio, establecido de
antemano, que determine el resultado final, hace que sea dudoso que se pueda
entender lo que pasó y que sea imposible evaluarlo.
4. El
valor de decidir de antemano lo que quieres que ocurra es simplemente que ello
te permite percibir la situación como un medio para hacer que tu
objetivo se logre. Haces, por lo tanto,
todo lo posible por pasar por alto lo que interfiere en su logro y te
concentras solo en lo que te ayuda a conseguirlo. Es obvio que este enfoque ha hecho que la
manera en que distingues lo verdadero de lo falso sea más parecida a la del
Espíritu Santo. Lo verdadero viene a ser lo que se puede
utilizar para lograr el objetivo, y lo
falso, lo inútil desde ese punto de vista.
La situación tiene ahora sentido, pero solo porque el objetivo ha hecho
que lo tenga.
5. Tener a
la verdad por objetivo tiene otras ventajas prácticas. Si la situación se usa en favor de la verdad
y la cordura, su desenlace no puede ser otro que la paz. Y esto es así
independientemente de cuál sea el desenlace. Si la paz es la condición
de la verdad y la cordura, y no puede existir sin ellas, allí donde hay paz
tienen que estar también la verdad y la cordura. La verdad viene por su propia
iniciativa. Si experimentas paz, es porque
la verdad ha venido a ti, y así no podrás sino ver el desenlace correctamente,
pues el engaño no puede prevalecer contra ti. Podrás reconocer el desenlace precisamente
porque estás en paz. En esto se
puede ver una vez más lo opuesto a la manera de ver del ego, pues el ego cree
que es la situación la que da lugar a la experiencia. El Espíritu Santo sabe
que la situación es tal como el objetivo la determina, y que se experimenta de
acuerdo con ese objetivo.
6. Tener a
la verdad por objetivo requiere fe. La
fe está implícita en la aceptación del propósito del Espíritu Santo, y esta fe
lo abarca todo. Allí donde se ha establecido el objetivo de la verdad, allí
tiene que estar la fe. El Espíritu Santo ve la situación como un todo. El objetivo establece el hecho de que todo
aquel que esté involucrado en la situación desempeñará el papel que le
corresponde en la consecución del mismo.
Esto es inevitable. Nadie fracasará en su cometido. Esto parece requerir una fe está más allá de
tu entendimiento y mucha más de la que puedes dar. Esto es así, no obstante, solo
desde el punto de vista del ego, pues el ego cree que la manera de “resolver”
los conflictos es fragmentándolos y, así, no percibe la situación como un todo. El ego, por consiguiente, intenta dividir la
situación en segmentos y lidiar con cada uno de ellos por separado, pues tiene
fe en la separación y no en la unidad.
7. Cuando
el ego se enfrenta a un aspecto de la situación que parece ser difícil, trata
de trasladarlo a otro lugar y resolverlo allí. Y parecerá tener éxito, salvo
que ese intento entra en conflicto con la unidad y no puede por menos que enturbiar
el objetivo de la verdad. Y no se podrá
experimentar paz, salvo en fantasías. La
verdad no ha venido porque la fe ha sido negada, al no haberse depositado donde
por derecho propio le corresponde estar. De este modo pierdes el entendimiento de la
situación que el objetivo de la verdad te brindaría. Pues las soluciones que proceden de fantasías
no aportan sino una experiencia ilusoria, y una paz ilusoria no es la condición
que le permite la entrada a la verdad.
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